Mi otro yo: el mal que habita en los coles
Dan Olweus me convirtió en palabra y soy un doppelgänger, el malvado doble que habita en cada uno de vosotros. Esa otra mitad que quizá habéis dejado escapar en alguna clase cuando os burlábais de una compañera o compañero por ser diferente o por no entrar en el canon de lo que consideráis “normal”. Sí, aquí en el Máster también. Soy un monstruo que os habita. Muchos os creéis puros, libres y habláis de mí como de una conducta que reproducen otros, aunque recuerdo los días en que he estado cómodamente instalado en vuestras putrefactas almas.
Bullying, cyberbullying, acoso. Me nutro del odio irracional hacia las personas. Mis palabras favoritas son listilla, gordo, zorra, friki, maricón, aunque la lista es larga y cuento con un repertorio de frases que cada día resuenan en aulas, patios, parques y calles de todo el mundo. Me expreso en todos los idiomas y quienes me siguen profesan todas las religiones. O ninguna. Como veis, no hay barrera que detenga mi alcance.
Unas veces soy como Procusto, aquel bandido griego que le hacía la cama a los viajeros, para luego serrar las piernas de aquellos que sobresalían, lo mismo que hago yo con los empollones, y martillar la de aquellos que se quedaban cortos para alargarlas, la misma tortura que le aplico a los tontos y subnormales. Otras veces busco personas en situación de indefensión, como hacían los griegos en las fiestas de Pharmakos, buscaban a una persona y la sacrificaban para expiar las culpas de todos los ciudadanos.
Algunos centros previenen el acoso a través del Club de Valientes/ Santiago Soriano |
Hay cosas que detesto porque me impiden hacer bien mi trabajo. Odio los sentimientos como el amor, la amistad o la solidaridad, son como la kriptonita para Superman. Amo a los cómplices de los agresores, pero me pone muy nervioso la gente que rompe el silencio para denunciarles, no puedo soportar a quienes se posicionan del lado de las víctimas. Siento repulsa por quienes entienden que el “NO es NO”. Aquellos que utilizan palabras como diálogo o frases como prevención y resolución pacífica de conflictos, me producen alergia. Lo mismo me pasa con vocablos como género o feminismo, me dan dengue o paludismo.
Bueno, va siendo hora de despedirme. Espero seguir contando con el apoyo de muchos de vosotros y seguir reclutando niños y niñas desde los cero años. Cuanto más pequeños reproducen conductas de agresiones, mucho mejor, porque suelen pasar desapercibidos y algunas familias y otros tantos docentes dicen frases como: “son cosas de críos, no pasa nada”, jajajajajajajaja. Ahora mismo me estoy frotando las manos. Pienso en toda la violencia que se esparce diariamente para que la máquina del bullying siga su marcha y me siento como el Joker, un archivillano, aunque él es producto de la ficción y yo soy real. Mientras lees esto, veo caer a otra víctima.
Un otro yo lleno de reflexión.
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