MI NOMBRE ES ARTE
¿Sabéis esa extraña sensación de ser nueva en un lugar y
no encajar? Pues desde que llegué a esta ciudad me siento así constantemente,
como pez fuera del agua.
Debéis pensar que soy una maleducada por no presentarme. Tengo
25 años y mi nombre es Arte, Artemisa para ser más concreta. Mis padres me lo
pusieron porque son muy naturalistas, mazo eco-friendly y todo este rollo que,
aunque ahora está calando mucho entre los jóvenes, en su época te convertía
sistemáticamente en una persona muy rara.
Todo se pega menos la hermosura, así que yo soy como mi
madre. Cuando era pequeña reciclábamos hasta las pelusas de detrás del sofá y mi
padre nos llamaba el eco team. Ah sí, se me olvidaba… mis padres son profesores
de inglés y, desgraciadamente, en ese aspecto no me parezco nada a ellos.
Mi infancia la pasé en Alicante. Vivíamos en casa de mi
abuela, en el barrio de Santa Cruz. Cuando llegaba marzo le gustaba plantar petunias
en las jardineras de la ventana y cada vez que recuerdo esa estampa a los pies
del Benacantil la recuerdo a ella, a su pelo rizado y a su perfume tan
característico. Me gusta recordarla porque en los últimos años de su vida ella
no fue capaz de recordarme a mí, ni a mis seis primas, ni tampoco el olor de
las petunias que plantaba.
Con 17 años me mudé a Madrid para cumplir mi sueño y
estudiar teatro en el laboratorio William Layton. Debo confesar que fueron los años más bonitos de mi vida, en
los que conocí a personas maravillosas, a mis mejores amigas y a Berta, la
única persona que ha sido capaz de completarme.
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