viernes, 15 de marzo de 2019

Actividad IV. Mi otro yo.


Para conocer un poco de mí, primero debería remontarme a unos 2000 años atrás…  si, si creo que son 2.000… o ¿eran 2.500?, bueno uno ya pierde la noción del tiempo cuando pasa tantos años aquí, esperando… ¡Vaya!  Perdón  pero creo que nunca antes había tenido a nadie interesado en escuchar esta historia, así que le echaré bastante palabrería, ya que no siempre se tiene un público expectante a conocerte.  

Como iba diciendo, hace unos dos mil o dos mil y poco años (dejémoslo así) en la bahía de Cádiz , concretamente en Chiclana de la Frontera  pasó algo bastante inquietante. Para los que no la conozcáis era una ciudad de  luz, de colores blancos y azules mezclándose con los rayos de sol que inundaban cada calle que cubre esta ciudad y sobretodo llena de alegría y diversión, sus gentes maravillosas adornaban con sus carcajadas cada rincón de este lugar,  sus habitantes paseaban por las playas, las parejas, las familias, o los amigos  contemplaban el atardecer en estas y todo era color  hasta que… (Aquí viene el buen drama) hubieron unos años de mucha mucha penumbra, no salía el sol ni un solo día, tanto que algunos dejaron de llamar a esta maravillosa ciudad en la que siempre brillaba el sol por su nombre y la empezaron a denominar ‘la oscura Chiclana’.  Todos los habitantes estaban deprimidos, no sabían qué hacer, como cambiar esta situación que ninguno comprendía…
Hasta que un buen día, las olas de la playa de la Barrosa depositaron en la orilla una cesta, casi destrozada por el oleaje, en la que se podía apreciar un pequeño animal. Una muchacha que pasaba por allí  y vio aquello tan raro decidió acercarse y contemplar qué era aquello… cuando asomó su cabeza y vio de qué animal se trataba no daba crédito, sus ojos se abrieron como platos y echó un paso atrás.
Sí, amigos, ese ‘extraño ‘animal, era yo, Lasko, un dragón,(pero no uno de esos enormes en los que estáis pensando, yo más bien soy como uno de esos pequeños, que le vamos a hacer, cada uno tiene unos ritmos de crecimiento, aunque a mí me está costando lo mío….) Pero a lo que íbamos, que por la expresión de aquella chica debió ser el primero que había visto, pero  ¿a que ahora no nos extrañamos tanto cuando vemos a esa chica rubia en Juego de tronos  siendo llamada la ‘madre de dragones’ con ellos?, pero bueno eso es otra historia, que no quiero ser yo quien haga los spoilers y diga cuantos le quedan… (¡Ups!).

Pues bien, esa chica a pesar de encontrarse totalmente aterrada, decidió recogerme  de allí y ayudarme, cuidarme hasta que empezase a poder valerme un poco por mí mismo. Durante todo ese tiempo me estuvo contando la situación de oscuridad permanente en la que se encontraban y como aquello estaba acabando con su amada Chiclana. Pensando y pensando sobre esas situaciones, (y uno que sabía mucho porque había vivido ya unos cuantos años) le confié un secreto, debía de poner unas semillas de Cercis en la torre más alta de la ciudad  para que creciera. Este árbol para el que no lo conozca es uno de los más maravillosos y mágicos que veréis nunca, sus flores son capaces de invocar al sol. Pero para que eso funcionara yo debería de quedarme allí, cuidando ese árbol durante veintinueve mil años…


Esa fue mi penitencia, tras crecer ese árbol y devolverle la luz, el color y la alegría a Chiclana todos están más que felices, por las calles solo se escuchan risas, diversión y ‘buen rollo’ (como dicen ahora las gentes de aquí). Chiclana me lo agradeció tanto que hasta me pusieron en su escudo, (o bueno, no captaron muy bien mi esencia, pero yo les agradezco el gesto, aunque no hacía falta que me pusieran dos veces, será que les importo mucho).

Y bueno, esta es mi historia, condenado a estar aquí durante veintinueve mil años, envidiando a todos aquellos jóvenes que suben a lo alto de esta torre a disfrutar del maravilloso cercis y de la luz y la vida que se respira aquí,sin poder moverme a ningún sitio. Pero no hay mal que por bien no venga, ya soy todo un aficionado a  los Carnavales , tanto que en una de las visitas que recibía mi Cercis (así lo llamo yo, es que ya llega a un punto que nos hemos cogido cariño) vino un tipo curioso, Adam Kellov se llamaba y se puso a bailar  al ritmo de unas chirigotas de un modo un tanto extraño, tanto que del entusiasmo se le cayó un brazo, pero él ni corto ni perezoso continuó con el baile, así que eso me animó a empezar unas clases de sevillanas, y aprender un poco más de la cultura de aquí, ya que al fin y al cabo me queda mucho tiempo para disfrutar de mi Chiclana.   

2 comentarios:

  1. ohhhh precioso Ángela !!! eres toda una chiclaneraaa jajajaja te falta meter los chicharrones de Chiclana, que están tremendos jijiji me ha encantado leerlo :)

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  2. Ay muchisimas gracias, y visitarla ya seria lo más 👏😘

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