
Lo
que los demás vampiros no saben, es que un día extremadamente soleado, mientas
daba un paseo por el campo, empecé a sentirme hambrienta y me comí la flor de los almendros, ya que debido a la inexistencia de mis colmillos me es imposible
dar caza a ningún animal. Minutos después observé como el color rojo carmesí de
mi piel desaparecía por completo.
En el colegio, todos los niños vampiros a la hora del recreo nos alojamos en una zona sombría y solitaria, debajo de unas grandes escaleras, para evitar cualquier rayo de sol. Macábrula, que siempre se ha burlado de mi y de mi familia, especialmente de mi por la falta de mis colmillos, estaba asombrada, ya que había observado como día tras día soleado, yo me exponía al sol sin ningún tipo de repercusión. Una mañana, voló hacia la ventana de mi habitación y visualizó como desayunaba una bolsa entera de flores de almendro. A partir de ese momento, Macábrula se convirtió en mi gran enemiga, ya que le confesó a todos los vampiros del pueblo que había descubierto un gran hallazgo, en el que las flores del almendro permitían exponernos al sol delante de los humanos. Por tanto, se atribuyó ella solita el mérito. Estoy segura que ni Adina es capaz de valorar a esta ruin villana. Pero bueno, como soy tan perezosa, no tenía gana alguna de dar explicaciones de quien fue realmente la que descubrió este remedio, ni quería malgastar fuerzas discutiendo con Macábrula.
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