La magia existe, reside en las manos de los duendes que
crean arte, y tiene el poder de transportarnos a un lugar de nuestro yo donde
pocas personas o circunstancias son capaces de llegar.
No puedo imaginar en qué pensaba Chopin cuando escribió “Nocturne”. Pero cuando la escucho viajo sin más remedio a uno de mis paisajes otoñales favoritos “Bosque de Abedules” de Klimt. Ambos artistas son capaces de crear un ambiente de recogimiento y paz que invita a disfrutar de la entrada del frío. Ambas obras son sobrias, delicadas y producen sensación de plenitud al disfrutarlas a la vez.
Es curioso cómo podemos encontrar hilos invisibles que nos
unen por muy diversas que sean nuestras circunstancias o vivencias. Podemos
sentir igual. Estos hilos son tejidos por artistas que tienen la sensibilidad
de apelar a esos lugares en lo profundo del ser humano. Esos lugares que nos
hacen iguales y tan diferentes.
Sin duda Klimt y Chopin son de esos duendes que han realizado
una copiosa aportación a mi imaginario privado. Así como lo han hecho con una
ingente cantidad de personas a lo largo del tiempo, pues uno de los poderes del
arte es su atemporalidad.
Una imagen muy otoñal e ideal para la época del año en la que nos encontramos.
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