miércoles, 17 de abril de 2019

Educación en el año 2030


Hoy, como todos los días, me he levantado y me he arreglado para ir a trabajar. Aunque es invierno hoy hace un día soleado, casi primaveral por lo tanto me he decido por ir a trabajar andando. Me siento un poco perdida, como si no recordase bien el lugar en el que trabajo, pero he dejado la mente en blanco y, tras quince minutos andando por las calles de mi ciudad, me encuentro ante un lugar cálido, donde se respira paz y tranquilidad. 

¿Será aquí donde trabajo? Es un centro de Educación Infantil y Primaria, se trata de un edificio grande y moderno, las paredes están decoradas con murales preciosos sobre libros infantiles y hay unos ventanales enormes que hacen que el edificio se vea muy luminoso. A un lado del edificio veo dos pistas deportivas aún vacías porque es temprano, y al otro lado del edificio hay una zona de juegos muy colorida. Parece un paraíso para los niños/as.

Me siento rara, es como si estuviese aquí pero sin estarlo. De repente mientras observo el entorno un niño se ha aproximado a mí y, haciéndome volver de mis pensamientos, me ha dicho: “¡Vamos seño o llegaremos tarde a clase!”.

Aprovecho mi hora libre para pasear por el centro y ver de qué manera trabajan mis compañeros. En la primera clase hay varios profesores explicando matemáticas a sus alumnos/as de manera muy extraña, parece que están intentando explicar las tablas de multiplicar usando los dedos. Continúo por el pasillo hasta llegar a la biblioteca en la que hay varios niños/as leyendo tranquilamente y unos adultos buscando información. Más adelante encuentro un aula en la que los alumnos/as están explorando nuevos objetos con la ayuda de las mesas de luz, se les ve muy concentrados en su aprendizaje. Al final del pasillo veo el aula de expresión plástica donde los niños/as pintan, crean, disfrutan, etc. Al subir las escaleras entro en mi aula y veo a mis alumnos/as divididos en grupos jugando a diferentes juegos de mesa.
En general los alumnos son felices, se divierten mientras aprenden, cada uno sigue su ritmo de aprendizaje y hay suficientes profesores para atender a todos como se merecen. Es todo tan tranquilo y tan relajado que parece el lugar perfecto para trabajar y para aprender. Pero, cuando me disponía a comenzar mi clase he escuchado el sonido de una alarma, todo se ha vuelto borroso y al abrir los ojos he visto mi despertador que marca las 08:30 del 21 de diciembre de 2030. 

Era demasiado bonito para ser real… Me levanto, me visto y me siento en mi despacho preparada para dar la videoclase de hoy. Alexa me ha organizado la agenda y parece que no hay tiempo para conversar, debo actualizar el software de todos mis alumnos/as para que puedan seguir almacenando información y realizar los tres exámenes de hoy.  

Desde que se implantó el nuevo sistema educativo los alumnos/as ya no tienen que ir al colegio. Gracias a la tecnología ya no existen aquellos problemas que tanto nos preocupaban como el acoso escolar. Cada niño/a trabaja desde su casa, ya no interactúan entre ellos y así no hay problemas de discusiones. Al fin lo hemos conseguido, hemos creado una sociedad en la que no tenemos problemas con otras personas a causa de no relacionarnos con otras personas, vivimos solo para trabajar. ¿Era esto lo que se pretendía con la tecnología?

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