martes, 16 de abril de 2019

Actividad V. Educación en 2030.


Lunes. Año 2030. Las 8:58 am. Me dirijo corriendo hacia la puerta. Bolso y almuerzo en una mano, café y ordenador portátil en la otra, chaqueta alrededor del cuello, llaves del coche en la boca y móvil en…un segundo, ¿y mi móvil? ¿Dónde he dejado el móvil? Madre mía, ¿lo he perdido, se me ha caído o me lo he dejado en casa? Demasiado tarde para averiguarlo. Hay cosas que nunca cambian, mi impuntualidad y desorganización una de ellas.

De repente me encuentro con Lucas y su mamá. Ambos se asombran al verme con tanto trasto encima. También me asombro yo al pensar lo poco cargado que va Lucas a comparación de cómo iban los niños y niñas algunos años atrás. Sólo llevaba encima la tablet y el bolígrafo digital que utilizamos en clase para trabajar. Rápidamente, Lucas se puso a la cola detrás del resto de alumnos. Ahora los niños antes de entrar al colegio han de posicionar su dedo pulgar en un lector de huellas, dónde directamente se registra la asistencia del mismo ese día al centro y a cada maestro.

Me dirigí al aula de 4º C, donde soy tutora de 15 maravillosos alumnos. Ahora las aulas son más numerosas aunque algo más reducidas, debido a que existe un menor ratio de alumnado. De esta forma, en los centros somos más profesores y todos nosotros especialistas en los contenidos que impartimos. Gracias a esta medida, considero que se ha mejorado la ilusión, felicidad y motivación de los docentes. Además, los cargos de gestión son asumidos por profesionales especialistas y los maestros no tenemos que alternar la actividad docente con la de gestión del centro.

A la hora del recreo, mi compañera me alertó de que la clase del curso de formación que estábamos realizando se había pasado al día siguiente. Y es que en este curso, los docentes nos formamos mensualmente para adquirir un modelo pedagógico concreto, en el que el aprendizaje está orientado hacia el alumno, con él como auténtico protagonista de su proceso de aprendizaje, lo que implica necesariamente un cambio de rol en el profesor. En él aprendemos, entre otras cosas, a saber dar ciertas pautas, puesto que todo buen educador sabe que para lograr un buen aprendizaje debe saber dar instrucciones, además de despertar la curiosidad de los niños, ponerles objetivos, plantearles enigmas, incitarles a explorar, animarles a aprender los unos de los otros, a compartir conocimiento, a intercambiar ideas y a inventar sus propias soluciones.

Tras acabar el recreo, los alumnos se situaron en la parte del patio donde yo me encontraba. Esto es debido a que muchas de las clases las realizamos fuera del aula, ya que se busca una mayor experimentación y una menor memorización. Ahora en todos los centros no se sigue la estructura tradicional, sino que tienen una mayor cantidad de instalaciones al aire libre y cubiertas.

Me paro a pensar y me invade una sensación  de felicidad tremenda al observar como el alumnado aprende y prospera sin exámenes y con metodologías tan innovadoras como estas. Además, ya no tienen que experimentar esa sensación de angustia por tener que realizar un examen o esperar la nota del mismo. Los exámenes actualmente no existen, ya que se potencia el trabajo de valores, las aptitudes y actitudes y las buenas prácticas. El conocimiento clásico de memorizar contenidos ha perdido fuerza y ahora se enseña a utilizar la tecnología para aprender cualquier contenido.

Finalmente, me gustaría destacar las palabras de Matthieu Ricard, portavoz del Dalai Lama: “la educación no es solamente llenar un cántaro; se trata de prender una llama. Es decir, consiste en dotar de entusiasmo a los niños para su existencia, para que cumplan y alcancen aquellos retos que, a su entender, hacen que merezca la pena vivir”. En mi opinión, considero que estableciendo nuevos cambios en la educación, conseguiremos prender la llama de cada niño y niña para que se aprendizaje realmente sea lo más significativo posible.




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