jueves, 18 de octubre de 2018

Práctica 1. La mirada del otro.

El primer día que conocí a Héctor yo tan sólo tenía tres años. Era mi primer año como estudiante de educación infantil y, aunque ya había pasado mi periodo de adaptación aun iba a clase a regañadientes.

Él llevaba una camisa como las que suele llevar mi padre, unos pantalones vaqueros y unas zapatillas de deporte, así que pensé que se trataba de algún vendedor de enciclopedias o un comercial hasta que Judit, mi maestra, nos dijo que era un nuevo "profe" y que iba a estar con nosotros durante dos meses (la verdad es que no entendía el concepto de un día, por ende, un mes me parecía una eternidad).

Nuestro primer contacto, al menos el que tuvimos él y yo fue un día en el que yo llegué a clase llorando. Mi madre no me dejaba llevar mi moto al cole, por lo que yo me enfadé y me puse a rabiar. Recuerdo ver como Héctor se acercaba a mi madre y con unas palabras muy tranquilas le preguntaba qué era lo que me pasaba. Mi madre le dijo que yo tenía una moto imaginaria con la cual corría por todas partes y ella siempre tenía miedo de que me pasase algo, entonces, de forma sorprendente vi como Héctor arrancaba su moto, resulta que el también tenía una con la que iba al cole, me dijo que si me subía en la suya y la aparcábamos juntos, así que me subí y entramos en clase.

Desde ese día, me fijaba en la forma en que Héctor ayudaba a Judit con sus clases. Siempre estaba apuntando cosas en su libreta y observando a Judit en todo momento. Además, me gustaba mucho la forma en que nos ayudaba con las tareas, porque seamos sinceros, con tres años todo se nos hacía cuesta arriba.

Héctor era paciente, cordial y sobretodo, colaborador. Maestras de otras clases venían a ver si les podía "echar un cable" con alguna cosa u otra, de forma que él estaba de aquí para allá rondando por todas las clases.

La mejor experiencia que tengo con él fue el día en el que fui el encargado de la clase. Recuerdo que dirigimos juntos el inicio de clase, repasamos los asistentes, vimos el día que hacia, me ayudó a contar cuantos niños y niñas éramos en clase...fue un día que no olvidaré ya que yo en realidad soy algo tímido.

Por último, me gustaría contar que Héctor también tiene algo de mal carácter pero sabe mantener las formas, eso sí, si te dice que aparques la moto y almuerces, más vale que lo hagas por que de no hacerlo, te quita las llaves.

Yerai.

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